domingo, 19 de junio de 2016

El clásico de la semana es...

 
     Las nanas son probablemente la puerta de entrada a la literatura para cualquier individuo, aunque nuestro contacto con ellas se produzca en una época en la que aún no podemos apreciarlas como tal. A pesar de que su fin es apaciguar y dormir a los bebés, estas breves poesías tan ligadas al canto y al movimiento no son siempre melifluas cantinelas que den una visión idealizada de la vida y de la infancia. Antes al contrario, hay muchas nanas en las que se amenaza directamente al niño con personajes fantásticos que encarnan el miedo (el coco, o el diablo blanco en la famosa nana cubana Duerme, negrito), en las que se hace mención a las duras tareas del hogar o en las que se lamenta la ausencia del padre, que trabaja en el campo. Como sucede en tantos otros géneros literarios infantiles, las nanas reflejan de manera ejemplar la sociedad en que nacen y además deslizan determinados mensajes subversivos por debajo de su adormecedora y lánguida musicalidad. 
    El hermoso libro recopilatorio Las más bella nanas del mundo (Kókinos) nos da unas cuantas buenas muestras de ello, ya que recopila nanas de diversos universos divididos en seis partes: Escala africana, Escala criolla, Escala eslava, Escala del jardín del edén, Escala brasileña y portuguesa y Escala asiática. Cada una de estas secciones está ilustrada por un ilustrador distinto, de manera que quedan aún más marcadas las diferencias entre unas traiciones y otras. Como complemento, cada apartado ofrece, antes de las nanas propiamente dichas, una explicación de su historia y sus orígenes. Otro acierto es que las nanas se ofrecen en su versión original y su traducción castellana y, en el caso de aquellas cuyo original está en otro alfabeto (las rusas, las hebreas y yiddish y las chinas), con su transcripción a nuestro alfabeto, para que quien quiera pueda cantarlas y seguirlas en su versión primera, ya que el libro lleva asimismo un CD con todas las nanas. 
    De entre todas las nanas que se incluyen en el libro voy a destacar una por motivos puramente personales. Se trata de Dona, Dona, una composición en yiddish que yo conocí hace muchísimos cantada por Joan Báez en una cinta de cassette que mis padres escuchaban en casa y en el coche. En aquel entonces desconocía que se tratara de una nana y que su lengua original fuera el yiddish (yo creo que hasta desconocía que hubiera una lengua llamada así, de hecho), pero algo realmente hipnótico debía de tener ese estribillo en el que se repetía muchas veces una sola palabra (Dona dona dona dona dona dona dona do dona dona dona dona dona dona dona do) como para que quedara grabada en mi memoria hasta mi adultez. 
    Dona Dona es una nana especial, no solo por la belleza y delicadeza de la música, sino por la letra, que propone un problema existencial sin solución: 

Es un ternerito subido a un carro,
atado con una cuerda. 
Allá arriba en el cielo, un pajarito vuela,
se divierte y revolotea por todas partes. 

Estribillo: 
El viento ríe en los trigos,
ríe y ríe y ríe.
Ríe todo el día
y la mitad de la noche 
Dona, dona, dona dona... 

El ternerito muge, el campesino le dice: 
¿Quién te manda ser un ternero?
Podías haber sido un pajarito.
Podías haber sido una golondrina. 

Estribillo 

A los pobres terneros se los ata 
y se los lleva al matadero-
Pero el que tiene alas puede volar lejos 
y no es esclavo de nadie. 

    Como se ve, las nanas no siempre sirven para apaciguar a los niños, sino también para hacerles partícipes desde la cuna del gran absurdo que puede ser la vida. 
     La canción, como he dicho, antes fue popularizada en su día por Joan Báez, con una letra en inglés que se puede leer en este vídeo:


   
   Pero también está disponible en youtube una versión en yiddish de la famosa cantante israelí Nehama Hendel:




AA.VV., Las más bellas nanas del mundo, Madrid, Kókinos, 2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario