lunes, 4 de noviembre de 2013

ABRAPALABRA

 
 González de la Aleja, Ángel, ABRAPALABRA, Cuenca, Ediciones de la UCLM, 2013. 
Ilustraciones de Julio Serrano.  
 X Premio de Poesía Infantil “Luna de Aire”, 2012.
 

Escribir poesía es, quizás más que ningún otro género, una cuestión de modular la voz (que no de hacer falsete). Y escribir poesía infantil aún más, porque no olvidemos que detrás de la voz poética, por infantilizada que esté, siempre hay un adulto que escribe, ya sea impostando la voz – en el mejor de los casos – o forzándola – en el peor –para llegar al niño lector. De ahí que muchas veces podamos hablar de poesía a dos voces. Si la teoría literaria feminista acuñó hace ya varias décadas el término “discurso a doble voz” para referirse a la producción literaria femenina, donde sonaban al mismo tiempo la voz de la cultura masculina mayoritaria y la de la cultura femenina tradicionalmente silenciada, otro tanto podría decirse de aquellas obras infantiles en las que una voz más bien adulta, y que parece buscar también un lector adulto, resuena por encima de un tono infantil generalizado, a veces desafinando en medio del conjunto. Es lo que sucede en este ABRAPALABRA, obra ganadora de la décima edición del concurso de poesía infantil Luna de Aire, convocado por el CEPLI. También aquí se oyen dos veces, pero con una salvedad: en este caso la voz que sobresale por encima del tono infantil no chirría en el conjunto, sino que lo fortalece y lo dota de mayor carga poética.
Por un lado, ABRAPALABRA refleja casi todos los rasgos paradigmáticos de la poesía infantil actual, y hace un buen uso de todos sus recursos habituales. En primer lugar, se trata de poesía “figurativa”, con una estructura vagamente narrativa en la que aparece un personaje al que vamos siguiendo a lo largo de varios poemas. También es obvia la influencia de la poesía popular – fuente indiscutible de la poesía infantil, todavía hoy – en el uso del arte menor y de la rima, más evidente incluso en ciertos pasajes (por ejemplo, en las enumeraciones del poema 22), o la presencia de animales en los poemas, otro tema típico de la lírica para niños. El tono general es sencillo, directo, y a veces hasta un punto coloquial.
Pero, por otro lado, hay pasajes en los que una intensidad lírica mayor sobresale por encima del conjunto. Es en esos momentos en los que despunta por encima del conjunto una voz más adulta, mejor modulada, con la que el poemario gana en tersura y calidez. Breves poemas como el 23 (“Sueña el pájaro en su nido / con la flor del limonero / y los melocotoneros / cierran los ojos tranquilos. / La noche lama las parras, / mientras por el horizonte / huyen los lobos al monte / por un mundo sin palabras”), elíptico y sugerente, así como el 28 y el 29; o fragmentos como “las palabras de verdad / las que nos hacen cosquillas” (3) o “Al sol le tapan la cara / las manos del horizonte / cae la noche sobre el monte / y huele a tierra mojada” (18) nos regalan esa voz a la que nos gustaría oír más a lo largo del libro y que sin duda redondean todo el conjunto.  
En definitiva, este ABRAPALABRA de tan sugestivo título sería un buen ejemplo de lo que Zohar Shavit considera texto de estatuto difuso, en la medida en que conviven en él dos concepciones distintas de la poesía para niños bajo la forma de dos voces poéticas diferentes: una más convencional, que sigue más de cerca las reglas del género poético infantil; y la otra, más arriesgada y cercana a la lírica para adultos. En la sabia alternancia de ambas reside, indudablemente, el mérito de su autor.  



 

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